sábado, 19 de enero de 2013

C3: Tengo que hacer algo a cambio.

Estuve varios minutos junto a él. Mirando mi alrededor. Solo se escuchaba mi llanto. Me levante temblorosa del suelo, cogiendo la espada. No me atreví a buscar a mi familia entre las paredes de aquella casa que ya no sentía mía. Me limpie las lágrimas con el dorso de mi mano, me puse una chaqueta de mi hermano que había en la barandilla de la escalera y decidí marcharme por la puerta del sótano. 
Volví al pueblo y grite, intentando encontrar a alguien, pero fue en vano. Todo estaba arrasado, era como un puzzle sin montar, destruido, desencajado. Grite. Me pase horas gritando aun que fuera en vano, necesitaba hacerlo, asegurarme de que no había nadie. Y cuando me di cuenta, ya había amanecido, estaba en el suelo, sentada, me había quedado durmiendo, y al decidir moverme note mi cuerpo resentido por el día sobrecogedor que había vivido. Pero no me permití quedarme allí sentada mirando los restos del puzzle, llorando. Me levante y comencé a caminar, me fui directa al bosque, y por un momento pensé que me encontraría a mis hermanos peleándose  mientras mi madre hablaba con mi padre regañandole por no decirle lo bien vestida que iba. Me reí amargamente de mi pensamiento, intentando no derrumbarme en aquel momento. Debería asumir que ya nos los vería más, y que cuando muriera debería hacerme cargo del hecho de haber acabado con el ultimo aliento de mi padre. Moví la cabeza bruscamente intentando alejar esos pensamientos de mi, el siempre nos había dado esa instrucción de darle muerte, de que su legado no acabara ahí, siempre dijo que eso era su propósito, darnos a nosotros su fuerza antes de que cualquiera viniera por ella. Tal vez por eso aguanto vivo más tiempo, esperando a que yo llegara, o más bien dicho, esperando que cualquier persona del pueblo llegara. Seguro que nunca hubiera imaginado que sería yo quien entrara por la puerta del sótano. 
Unos aullidos me devolvieron al mundo terrestre, ya había anochecido y yo seguía caminando, entonces volví a escuchar más aullidos, y un escalofrío se apodero de mi. 
- ¿A que esperas? - dijo Isaac. Yo me quede perpleja, si estaba muerto, ¿porqué le veía? - Corre tras ellos. Son tu salvación. 
Dicho esto, desapareció en el bosque. Yo me restregué los ojos con ambas manos asimilandolo, cuando volví a escuchar aullidos. Pero está vez no los aparte de mi, en cambio, me aferré al mango de la espada, y eché a correr en su dirección, prometiéndome a mi misma que haría algo al respecto, que no dejaría tanto sacrificio en el olvido. 
Me despedí del bosque que conocía y me adentre en otro muy diferente. Adiós, Hyannis forest.

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