El día había comenzado con lluvia, pero a las doce y poco de la mañana ya había aparecido el sol y un arco iris adornaba el cielo azul, mientras las nubes se iban.
Baje las escaleras rápido, quería distraerme en el bosque, me apetecía correr, saltar, bailar, gritar, disfrutar del aire y del buen tiempo.
- ¿A donde va, Señorito? - Preguntó Bulma saliendo del gran comedor, camino a la cocina.
- ¡Sh! - contesté yo - No quiero que nadie se entere de que me voy.
- ¿Otra vez va a hacer de las suyas, señorito? - volvió a preguntar. Yo asentí. - No se meta en líos otra vez, señorito. A su padre no le gustara en absoluto tener que volver a ir por usted.
- No te preocupes, Bulma. Estaré de vuelta para la cena, lo prometo. - dije, corriendo ya hacia la puerta de atrás, mientras Bulma soltaba un suspiro que no aprobaba nada mi decisión de no volver a la hora de comer.
Estuve horas por el bosque, hasta que llegue a la profundidad, aun estaba todo húmedo por esa zona, cogí una piedra y la tire hacia un tronco lejano. Volví a hacer lo mismo dos veces seguidas, dando siempre en el mismo tronco. Pocos segundos después, apareció Max y Santi de detrás de los árboles.
- Pensaba que no venías - dijo Max, haciendo una mueca. Yo negué con la cabeza.
- Vaya días que está haciendo, tio - comentó Santi, mirando al cielo. - Menos mal que ya parece que se despeja.
- No creo - le dijo Max - Me apuesto lo que quieras que mañana lloverá.
- Seguro - comenté yo. - Pero aun así, mañana no podre venir.
- Eso supone Rubí. - respondió Santi.
- Nunca vienes, colega - resoplo Max. - ¿Se puede saber que haces con tu vida?
- Cosas, ¿Qué crees que hago? - dije malhumorado.
- No lo se. - Se limitó a decir.
- ¿Cuando te volveremos a ver? - preguntó, cambiando de tema Santi.
- Dentro de unos días, no os preocupéis, os avisaré antes. - Conteste, ellos se limitaron a asentir.
- Pues nos vemos, Jack. - dijo Max, marchándose en la oscuridad.
- ¿ Necesitáis algo? - pregunté a Santi, que se había quedado observando algo. - ¡Santi!
- ¿Qué?.. ¿Qué pasa? - preguntó volviendo al mundo.
- Que si necesitáis algo.
- Ah, si... Rubí sigue mala. - comentó.
- Vale, os llevaré lo que pueda hoy antes de irme. - le dije.
- ¿Vas a por más gente? - preguntó. Yo negué con la cabeza como única respuesta. - Está bien, nos vemos luego Jack.
Seguí un rato más de pie en mitad del bosque, y entonces visualice lo que había encontrado tan interesante Santi hacia un rato antes. Brillaba, dentro de la oscuridad del bosque. Así que fui hasta allí, y empecé a quitar ramas que impedían el paso, aunque lo peor de todo era el barro que aún seguía fresco.
Seguí un poco más, y entonces vi lo que brillaba, la empuñadura de una espada, y una chica al lado.
En la empuñadura había algo grabado, pero el barro seco hacía imposible saber que era el grabado. Mientras, la chica, era palida y delgada, parecía llevar meses caminando, iba mojada por la lluvia, y la chaqueta de chico que llevaba le estaba bastante grande, y a la vez que cargaba con aquella espada, también llevaba una mochila, pero dentro de ella solo había una botella de agua medio vacía.
Tire la mochila a un lado, y la cogí a ella en brazos mientras llevaba la espada colgada del hombro, parecía haberse dado un gran golpe.
Baje las escaleras rápido, quería distraerme en el bosque, me apetecía correr, saltar, bailar, gritar, disfrutar del aire y del buen tiempo.
- ¿A donde va, Señorito? - Preguntó Bulma saliendo del gran comedor, camino a la cocina.
- ¡Sh! - contesté yo - No quiero que nadie se entere de que me voy.
- ¿Otra vez va a hacer de las suyas, señorito? - volvió a preguntar. Yo asentí. - No se meta en líos otra vez, señorito. A su padre no le gustara en absoluto tener que volver a ir por usted.
- No te preocupes, Bulma. Estaré de vuelta para la cena, lo prometo. - dije, corriendo ya hacia la puerta de atrás, mientras Bulma soltaba un suspiro que no aprobaba nada mi decisión de no volver a la hora de comer.
Estuve horas por el bosque, hasta que llegue a la profundidad, aun estaba todo húmedo por esa zona, cogí una piedra y la tire hacia un tronco lejano. Volví a hacer lo mismo dos veces seguidas, dando siempre en el mismo tronco. Pocos segundos después, apareció Max y Santi de detrás de los árboles.
- Pensaba que no venías - dijo Max, haciendo una mueca. Yo negué con la cabeza.
- Vaya días que está haciendo, tio - comentó Santi, mirando al cielo. - Menos mal que ya parece que se despeja.
- No creo - le dijo Max - Me apuesto lo que quieras que mañana lloverá.
- Seguro - comenté yo. - Pero aun así, mañana no podre venir.
- Eso supone Rubí. - respondió Santi.
- Nunca vienes, colega - resoplo Max. - ¿Se puede saber que haces con tu vida?
- Cosas, ¿Qué crees que hago? - dije malhumorado.
- No lo se. - Se limitó a decir.
- ¿Cuando te volveremos a ver? - preguntó, cambiando de tema Santi.
- Dentro de unos días, no os preocupéis, os avisaré antes. - Conteste, ellos se limitaron a asentir.
- Pues nos vemos, Jack. - dijo Max, marchándose en la oscuridad.
- ¿ Necesitáis algo? - pregunté a Santi, que se había quedado observando algo. - ¡Santi!
- ¿Qué?.. ¿Qué pasa? - preguntó volviendo al mundo.
- Que si necesitáis algo.
- Ah, si... Rubí sigue mala. - comentó.
- Vale, os llevaré lo que pueda hoy antes de irme. - le dije.
- ¿Vas a por más gente? - preguntó. Yo negué con la cabeza como única respuesta. - Está bien, nos vemos luego Jack.
Seguí un rato más de pie en mitad del bosque, y entonces visualice lo que había encontrado tan interesante Santi hacia un rato antes. Brillaba, dentro de la oscuridad del bosque. Así que fui hasta allí, y empecé a quitar ramas que impedían el paso, aunque lo peor de todo era el barro que aún seguía fresco.
Seguí un poco más, y entonces vi lo que brillaba, la empuñadura de una espada, y una chica al lado.
En la empuñadura había algo grabado, pero el barro seco hacía imposible saber que era el grabado. Mientras, la chica, era palida y delgada, parecía llevar meses caminando, iba mojada por la lluvia, y la chaqueta de chico que llevaba le estaba bastante grande, y a la vez que cargaba con aquella espada, también llevaba una mochila, pero dentro de ella solo había una botella de agua medio vacía.
Tire la mochila a un lado, y la cogí a ella en brazos mientras llevaba la espada colgada del hombro, parecía haberse dado un gran golpe.
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